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VÉRTICE.

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Lo que aquel veŕtice tenía eran tres planos que iban a un punto no había otra novedad desde el mismo lugar de la cama sólo podías adivinar la distancia ese juego interminable entre la lentitud de las horas de todas las tardes hasta que dejaba de vivir la luz.

VISITA.

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Partimos un domingo como a las once, y al poco ya teníamos ganas de volver. -Eso. Volver. Porque vimos aquellas caras tan desagradables que te dicen primero una y luego la otra, ya estáis aquí, molestando. Nos sentaron en la cocina. Hacía un frío que pelaba. A través de la puerta abierta veía el cuadro de los abuelos con aquellas poses bajo un fondo marrón, y otra más vieja aún de los tatarabuelos. Yo hubiera tomado un café, pero volvieron con aquellas caras, como diciendo... nos estáis jodiendo, rompéis nuestro ritmo. Les di conversación por tres veces, lo del tiempo, lo de la enfermedad del niño de Paula que era crónica, de esas raras y difíciles, que llegarían incluso a tener que ayudarle a comer, pero ni asintieron. Estuvimos sentados allí en la cocina sin tomar café un buen rato mirándonos como diciéndonos qué hacíamos allí. De vez en cuando se asomaban a la puerta y con los ojos nos decían de todo. Solo con los ojos. Una de las veces la ventana se abrió de par en par

UNA COSA.

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Qué sería de nosotros sin el limite preciso de la exactitud. Andaríamos perdidos por las avenidas. Seríamos el mendigo que te ruega cuando pasas como si supiera donde empieza tu miseria.

CITA.

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Se dice: en la Cita era como si el silencio tuviese forma de humo, y todo fuera transparente. Al final nadie. Es como si el corazón bajase el ritmo al fin, es como si el corazón se diese cuenta antes. El corazón está antes que todo, lo percibe de esa forma de sobresalto. Es como si los dedos vibrasen en un instante antes de la muerte, la mano se les queda así, con los dedos hacía arriba, con los dedos ligeramente encogidos hacía arriba, con los dedos..., así, con los dedos.... Es una suposición. Es un razonamiento que yo me hago. En realidad no sé si alguna vez estuviste debajo del olmo, donde las palomas esperan la comida, y dan vueltas una y otra vez sin asustarse, una y otra vez por si les tiran comida, una y otra vez unas palomas u otras distintas dando vueltas, esperando comida, sin nada qué hacer. En realidad no sé si alguna vez estuviste aquí, esperándome.

VALE.

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vale, todo está bien, pero pero por qué me lo dijiste ahora, eres tonto del culo o qué hacía unas tortillas de patata increíbles, con unas dunas y unos cráteres como los de la luna, pero del color del huevo, de ese tono que depende del color del huevo, y la sopa de garbanzos que ya olía desde la puerta con aquel sabor, y las empanadas de hojaldre de carne, y las croquetas de marisco que se les veía el marisco, y las torrijas, y el arroz con leche, pero se murió ayer, ayer a las tres de la mañana, en ese momento que todo está sólo y los camiones de basura con la tele encendida vendiendo fajas para adelgazar a 49,9 euros más gastos de envío, había entrado en la salita para apagarla, y le cerró los ojos a eso de las tres, hacía unas cebollas rellenas de lo que sea que te chupabas los dedos.

MARTE CON VISTAS.

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AHORA QUE VOY SÓLO POR AQUÍ ME ACUERDO MUCHO. En Marte hay piedras alargadas o perfectamente cuadradas o perfectamente rectangulares, y si ves el suelo es como si hubiese habido agua hace muchísimos años, y las crestas de las montañas y colinas son como las del puerto de Arisa cuando miras desde la ventana. Eso se lo conté a las doce de la mañana de un jueves, luego salimos cogidos de la mano tan despacio que tardamos casi una hora en llegar al único banco que hay en la carretera que va al pueblo de San Esteban, que tiene muchas mimosas y castaños viejos que ya no quieren crecer más porque también están muy cansados de la vida y quieren morirse. No sabemos quién morirá antes. El aire te da allí de forma constante tan fresco y limpio que cerramos los ojos despacito como los gatos, a veces el sol parece adormecerte, y no hace falta decir nada. O le digo. Sabes, en Marte algún día habrá casas como esas de la colina del Suco, y serán de color blan

RESPIRAR.

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Te dije, respira despacio.Hay mucha angustia en el aire. Y es como si hubiera poco. La cama te parece intransitable como un desierto. Un abismo. Te apetece irte a gatas hasta el fondo en una gran aventura. Yo te digo lo de cruzar los Andes por si te fuera de ayuda, aparte de mi mano que se apoya en tí. O cogerte. Con todo el frío sobre tus manos. Limitar la luz del universo. Sólo es un gesto. Estira la mano lo que puedas -como un australopithecus que señala su corazón- y empujar la ventana en un último esfuerzo. Es sublime este gesto que aún alcanzo señalando espacios llenos de vacío. Qué cantidad de ausencia es necesaria para quedar hartos.

EJACULATION.

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CASO PRODIGIOSO OCURRIDO EN EL 2003. RELATADO EN PRIMERA PERSONA, O ASÍ. Era un gesto caritativo. Limpiaba mis comisuras con un paño lleno de restos de aquella bazofia verdosa; verduras aplastadas, trituradas, recalentadas hasta la saciedad. Una y otra vez la cuchara dando vueltas pacientemente en el borde del plato, no sé aún por qué dando tantas vueltas repleta de mejunje, si luego se paraba para recoger un poco de aquel potaje sobre el inicio cóncavo de la cuchara, y desde allí a mi boca haciéndome aquellos arrumacos como si fuera un niño de dos años. Se doblaba ligeramente sobre mi, era reclinarse lentamente y debajo del peto de su mandil blanco percibía sus amplios pechos casi rozándome en la boca. Por donde mis omóplatos. Cruzando mis glúteos. Dos estrobos de nailon y el sonido de la maquinita. La habitación blanca llena de neón azulado. El sonido del motorcito eléctrico moviendo el brazo elevador y yo como un bulto en una  posición combada, ligeramente arque

HISTORIAS DE HACE TIEMPO.

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Era una historia que llevaba papeles de caramelo y hojas marchitadas metidas entre las hojas de un libro, miradas en un bar de carretera, un navajazo en un barrio no recomendable, largas noches de hospital, muchas horas  días  meses sin trabajo,  penas de amor, odios de amor, amores no correspondidos, enfermedades interminables, enfermedades inmediatas con el tiempo tasándote la vida, agonías desesperadas, neurosis muy obsesivas con muchas palabras dando vueltas, todas las locuras, angustias repentinas en un ascensor que se quedó parado, casi decisiones de suicidio repentinos , suicidios meditados, paisajes de montaña mar o cordilleras, paisajes de ciudad, paisajes con humo, paisajes sin humo, paisajes muertos, puestas de sol interminables en agosto, pan de centeno abierto en canal, odio hasta la muerte, amor hasta la vida, y mucho vino tinto . Me dije, la empiezo así. Llevaba muchas horas acostado en esa posición de boca arriba , y fue entonces cuando noté aquella m

SUCCIONADOR.

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QUIZÁS HUBIESE SIDO DE ESTO HACE DOS AÑOS. Cuando entré en la cocina le dije aquí huele a líquido de frenos y a encerrado, y también le dije, hoy tampoco me vas a dar la teta, esto último se lo dije con ciertos arrumacos. Estaba trajinando sobre la meseta de mármol, moviendo aquellos dos rabitos del mandil que descansaban sobre su amplio culo, trajinaba y trajinaba, luego sacó de la nevera doce zanahorias, tres puerros, cuatro huevos, tres cebollas, varios brotes de coliflor,  y una fiambrera de cerámica de hígado encebollado con una leve capa blanquecina sobre su superficie, como de haber permanecido allí varias semanas, y comenzó a meterlo todo dentro de la hoya con cierto orden. Cuando acabó de poner todo en el fuego, va y me dice, vente para la silla. La silla estaba de espaldas a la ventana que reverberaba una enorme clarividencia resplandeciente, me dijo, apoya tu cabeza aquí mientras se sacaba su enorme teta izquierda, tan suave de piel como un celofán, con un gran a

LAMEDOR.

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Meditaba así a sotavento de los visillos, abultados hacía la habitación como si una figura invisible los empujara con esa forma abombada que les da vida momentánea. Ella estaba frente de mi. Me contuve mucho para no irme hacía ella, ella allí, desafiante, insultante, lo ultimo que pude verle fue la mano en su coño cogido a un puñado, diciéndome comeme aquí so maricón, hijodelagranputa, picha flácida, impotente, al fin y al cabo no dejaban de ser sus clásicas palabras de amo r. Al final no me quedaba más remedio, abarcarle su culo inmenso con mis brazos y empezar a lamer como un poseído. Siempre era igual cuando yo no podía más. Meditaba mientras lamía.

COCOROTA.

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Llevo días dándole vueltas. Yo no creía en aquella teoría de los hombres corocota de camello. Pero cuando vi a mi Agustinico por primera vez empecé a creer en aquella teoría de los abovedados con un pequeño valle entre la zona parietal y frontal del cráneo. Cuando Emerita llevaba seis meses preñada de Agustín le entraba un furor extraño coincidente con las lunas. Yo me imaginaba que lo hacía con el fin de tenerme satisfecho por el miedo a que se me subiese el semen al cerebelo y me saliese por los ojos. Pero no, era porque a ella le iba la marcha de un modo extraño. Así que nos disponíamos con un cojín gigante en forma de corazón rojo, ella en postura supina forrada la espalda completamente en pelotas y yo envergándola casi como si se la metiese por el culo. No era así. Se la metía por donde el Agustinico saldría dentro de tres meses bien contados. Y era tal la excitación, que había algo de sadismo en los tres últimos quites a vida o muerte. Tan fuertes eran los envites que