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MARTE CON VISTAS.

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AHORA QUE VOY SÓLO POR AQUÍ ME ACUERDO MUCHO. En Marte hay piedras alargadas o perfectamente cuadradas o perfectamente rectangulares, y si ves el suelo es como si hubiese habido agua hace muchísimos años, y las crestas de las montañas y colinas son como las del puerto de Arisa cuando miras desde la ventana. Eso se lo conté a las doce de la mañana de un jueves, luego salimos cogidos de la mano tan despacio que tardamos casi una hora en llegar al único banco que hay en la carretera que va al pueblo de San Esteban, que tiene muchas mimosas y castaños viejos que ya no quieren crecer más porque también están muy cansados de la vida y quieren morirse. No sabemos quién morirá antes. El aire te da allí de forma constante tan fresco y limpio que cerramos los ojos despacito como los gatos, a veces el sol parece adormecerte, y no hace falta decir nada. O le digo. Sabes, en Marte algún día habrá casas como esas de la colina del Suco, y serán de color blan

RESPIRAR.

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Te dije, respira despacio.Hay mucha angustia en el aire. Y es como si hubiera poco. La cama te parece intransitable como un desierto. Un abismo. Te apetece irte a gatas hasta el fondo en una gran aventura. Yo te digo lo de cruzar los Andes por si te fuera de ayuda, aparte de mi mano que se apoya en tí. O cogerte. Con todo el frío sobre tus manos. Limitar la luz del universo. Sólo es un gesto. Estira la mano lo que puedas -como un australopithecus que señala su corazón- y empujar la ventana en un último esfuerzo. Es sublime este gesto que aún alcanzo señalando espacios llenos de vacío. Qué cantidad de ausencia es necesaria para quedar hartos.

EJACULATION.

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CASO PRODIGIOSO OCURRIDO EN EL 2003. RELATADO EN PRIMERA PERSONA, O ASÍ. Era un gesto caritativo. Limpiaba mis comisuras con un paño lleno de restos de aquella bazofia verdosa; verduras aplastadas, trituradas, recalentadas hasta la saciedad. Una y otra vez la cuchara dando vueltas pacientemente en el borde del plato, no sé aún por qué dando tantas vueltas repleta de mejunje, si luego se paraba para recoger un poco de aquel potaje sobre el inicio cóncavo de la cuchara, y desde allí a mi boca haciéndome aquellos arrumacos como si fuera un niño de dos años. Se doblaba ligeramente sobre mi, era reclinarse lentamente y debajo del peto de su mandil blanco percibía sus amplios pechos casi rozándome en la boca. Por donde mis omóplatos. Cruzando mis glúteos. Dos estrobos de nailon y el sonido de la maquinita. La habitación blanca llena de neón azulado. El sonido del motorcito eléctrico moviendo el brazo elevador y yo como un bulto en una  posición combada, ligeramente arque

HISTORIAS DE HACE TIEMPO.

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Era una historia que llevaba papeles de caramelo y hojas marchitadas metidas entre las hojas de un libro, miradas en un bar de carretera, un navajazo en un barrio no recomendable, largas noches de hospital, muchas horas  días  meses sin trabajo,  penas de amor, odios de amor, amores no correspondidos, enfermedades interminables, enfermedades inmediatas con el tiempo tasándote la vida, agonías desesperadas, neurosis muy obsesivas con muchas palabras dando vueltas, todas las locuras, angustias repentinas en un ascensor que se quedó parado, casi decisiones de suicidio repentinos , suicidios meditados, paisajes de montaña mar o cordilleras, paisajes de ciudad, paisajes con humo, paisajes sin humo, paisajes muertos, puestas de sol interminables en agosto, pan de centeno abierto en canal, odio hasta la muerte, amor hasta la vida, y mucho vino tinto . Me dije, la empiezo así. Llevaba muchas horas acostado en esa posición de boca arriba , y fue entonces cuando noté aquella m

SUCCIONADOR.

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QUIZÁS HUBIESE SIDO DE ESTO HACE DOS AÑOS. Cuando entré en la cocina le dije aquí huele a líquido de frenos y a encerrado, y también le dije, hoy tampoco me vas a dar la teta, esto último se lo dije con ciertos arrumacos. Estaba trajinando sobre la meseta de mármol, moviendo aquellos dos rabitos del mandil que descansaban sobre su amplio culo, trajinaba y trajinaba, luego sacó de la nevera doce zanahorias, tres puerros, cuatro huevos, tres cebollas, varios brotes de coliflor,  y una fiambrera de cerámica de hígado encebollado con una leve capa blanquecina sobre su superficie, como de haber permanecido allí varias semanas, y comenzó a meterlo todo dentro de la hoya con cierto orden. Cuando acabó de poner todo en el fuego, va y me dice, vente para la silla. La silla estaba de espaldas a la ventana que reverberaba una enorme clarividencia resplandeciente, me dijo, apoya tu cabeza aquí mientras se sacaba su enorme teta izquierda, tan suave de piel como un celofán, con un gran a

LAMEDOR.

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Meditaba así a sotavento de los visillos, abultados hacía la habitación como si una figura invisible los empujara con esa forma abombada que les da vida momentánea. Ella estaba frente de mi. Me contuve mucho para no irme hacía ella, ella allí, desafiante, insultante, lo ultimo que pude verle fue la mano en su coño cogido a un puñado, diciéndome comeme aquí so maricón, hijodelagranputa, picha flácida, impotente, al fin y al cabo no dejaban de ser sus clásicas palabras de amo r. Al final no me quedaba más remedio, abarcarle su culo inmenso con mis brazos y empezar a lamer como un poseído. Siempre era igual cuando yo no podía más. Meditaba mientras lamía.

COCOROTA.

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Llevo días dándole vueltas. Yo no creía en aquella teoría de los hombres corocota de camello. Pero cuando vi a mi Agustinico por primera vez empecé a creer en aquella teoría de los abovedados con un pequeño valle entre la zona parietal y frontal del cráneo. Cuando Emerita llevaba seis meses preñada de Agustín le entraba un furor extraño coincidente con las lunas. Yo me imaginaba que lo hacía con el fin de tenerme satisfecho por el miedo a que se me subiese el semen al cerebelo y me saliese por los ojos. Pero no, era porque a ella le iba la marcha de un modo extraño. Así que nos disponíamos con un cojín gigante en forma de corazón rojo, ella en postura supina forrada la espalda completamente en pelotas y yo envergándola casi como si se la metiese por el culo. No era así. Se la metía por donde el Agustinico saldría dentro de tres meses bien contados. Y era tal la excitación, que había algo de sadismo en los tres últimos quites a vida o muerte. Tan fuertes eran los envites que

TIMÓN.

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Oh, vida. Te me haces eterna pero sé que no es así. Acabo de reclamar la vuelta de una ración de churros y tardaron como cinco minutos en devolverme cuarenta céntimos de euro. Si tiraran ese aceite del bol que los refrié por las murallas de Dubrovnik nunca serían conquistadas. El aceite de girasol tiene esa bondad en las quemaduras que tardan años luz en curar. A estas horas de la mañana del lunes les da por poner dos gardenias de Machin y qué sé yo. Por la barra se comen el chocolate a puñados, y hay como una nostalgia entre lo que parece el primer roció de una mañana de casi marzo. No sé bien por qué designios me fui con la bragueta abierta. Te mueves por las calles con azúcar en la boca y sacas la lengua y te lames. Los árboles han crecido dos palmos esta noche, y todo son figuras geométricas y errores de paralaje. Tengo la impresión de que llevo un barco por la calle y que en el timón voy yo dando tumbos, y algo me escuece en la barriga. Debo vomitar en la

COSAS Y SOLETES.

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Ella quizás no dijo nada, pero si que pensó, pensaba, recogió los canelones hacía un lado de la mesa porque no eran de su gusto, fue a la despensa y trajo dos chorizos de culero, picantónes . Ya había dejado dos patatas de spunta cortaditas en la sartén, la patata se lastimaba en el aceite hirviendo, les dio vueltas, y las patatas gritaron con más lástima. Al chorizo no le fue bien en el aceite de oliva y también gritó, llevaba un tajo en su barriguita y soltaba borbotones d e especies que agitaban un pimiento rojo carnoso, suave, y otro del piquillo verde, y tres con forma de corazoncito de lamuyo, y luego los dos huevos de pita de caleya como dos soletes soltando pompas, casi al final, se quedaron como un sol amarillo, enteritos para aplastarlos con suave pan de centeno. Y aquella sombra del vino tinto picudo reflejada sobre la mesa como un láser. Y aquella mariposa blanca que ya estaba ayer y antes de ayer y antes de ayer dando vueltas como un Sputnik. Y un poco de cl

AIRE.

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Tengo que decir que me admitieron en el hospital general por causas de alergias que se manifiestan en forma de insuficiencia respiratoria superior y ataques de asma esporádicos que cada vez se repiten con más frecuencia. Lo que me parece raro, muy raro, es que me han transferido a la unidad psiquiátrica porque me dicen que mis factores psicológicos son los que desencadenan las orígenes de mi enfermedad, llamándole patrón general de tendencia psicológica. Pero desde niña siempre mi madre me cuidó de sucesivos casos de infecciones respiratorias, tengo ese sopor aquí, esa reminiscencia a eucalipto cuando mi padre me sobaba y sobaba sobre mis tetitas el Vick VapoRub. Ahora mismo me prescriben Levalbuterol y Salbutamol que me alivian momentáneamente las molestias. Tengo que decir que desde hace dos años mi irritabilidad ha ido en aumento y me es imposible realizar con asiduidad mis labores domésticas, incluso, me veo y deseo para poder freirle dos huevos a mi marido, por mi fatiga y a

OLOR.

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Palabras de cosas . . por ejemplo: almendras. Y flores de camelias que huelen bien. Y la pasión de la carne. La arena donde el mar es limpio. Tu cuello desde este precipicio que huele a piel. Manzanas abiertas en canal como asesinadas. El musgo empapado por la lluvia. La noche llena de asfixia. El café que sale tan negro. Tu boca que aún recuerda cómo saben las cosas. Y lo del alma.

PALABRAS.

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Palabras sombrías, sin luz, palabras que cuando caminan no dejan sombra, invisibles. Esas palabras. Ver el futuro hasta un segundo, describirlo. La mano que baja por la pendiente de tu espalda sin saber el final. El oído posado para escuchar el latido de otra vida. El abrazo que te aprieta para esconder tu angustia. Y sobre todo palabras sombrías, invisibles, algunas tan mágicas, que no las olvidas nunca.