INDAGACIÓN.
Estaba la estética, la armonía dando sentido a cualquier brizna diminuta, incluso a las violentamente arrancadas al horadar, arrastrar, alisar, pulir, pinchar, descuartizar, cortar, aplastar, machacar… Cada hoja amarillenta que caía de las ramas lo hacía cumpliendo un designio. De cualquier forma que pusieses las manos para hacer fuerza, lo que quedaba en el suelo era parte de la armonía. Estuve años así, pensando que lo único anárquico era el comportamiento humano. Por las mañanas sin nada que hacer deambulaba a veces imaginando que un día a la naturaleza se le rompería una atadura, la que la ungía del don de poder retroceder sobre si misma y volver a iniciar el juego de lo que nacía y moría sin descanso. Muchas veces me pregunté si en realidad tengo algo que ver contigo. Yo, no otro. Lleno de manías cuando bebo agua, debajo de un agitado abanico de hojas en un banco público. Contigo si me observas, si no me observas. Con otro que me observe, para certificar que exist