LAS MAÑANITAS.
La
parte de amor que debe llevar mi historia me parece inconsistente. La
quiero tratar con sutileza, que no signifique nada sobre la trama
principal completamente trágica. Sucede en una solitaria mañana de
sábado y los dos deben abrir los brazos después
de un largo tiempo sin haberse visto. ¿Cómo he de describir esa
situación? Acaso mi escasa experiencia en encuentros amorosos podrá
enfrentarse a tal desafío? En realidad todo lo que se relata sobre
el amor es una jodida mentira.
Colocarle
aves a la cosa realza la situación. Un atardecer. Una terraza
miserable, tal vez.
Cursiladas
así.
Deja
el inconsciente vaivén de tú mano y, mientras, mira a la ventana
llena de vencejos, y las sutiles sombras que deja el atardecer
paseándose, lamiendo nuestras caras, así de pesadas y robustas,
hercúleas sobre la cal de la pared, llenas de vida sombría, porque
son sombras caprichosas y se mueren con la luz.
Tócame y cerraré los ojos, sáname, dame sal, bocanadas de yodo, sorbe amoniaco como si fueras Satanás y disuélveme como a un azucarillo, digiéreme.
Tócame y cerraré los ojos, sáname, dame sal, bocanadas de yodo, sorbe amoniaco como si fueras Satanás y disuélveme como a un azucarillo, digiéreme.
En
realidad sólo había tres macetas de geranios. Al regresar a mi
habitación la historia ya se había desvanecido. Alguien me había
cogido
suavemente del brazo para llevarme hasta un sillón que
daba a una galería, y
de la galería a un amplio valle verse,
a mi lado, mis compañeros aparcados en
simétrica
batería bajaban la cabeza sobre su pecho con las comisuras de sus
labios llenas de humedad, y
las manos como muertas cruzadas sobre sus piernas.
En
realidad nadie
sabía que estaba
pensando
unas frases de amor para endulzar la parte trágica de aquella mañana
de junio, la
parte leve,de un relato demasiado largo.
A
ella la veo acercarse lentamente con aquella sonrisa tan hermosa.
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