DÍAS DE FRÍO.





Qué deciros. Él, el hijo puta, había nacido un 23 de Mayo a las seis de la mañana en medio de una helada tardía.
Pasaban para el Suco dos bueyes madrugadores del Loiras, y se desgañitaban los gallos de la Pacita en la parte baja del páramo casi aparecido en la penumbra con un rastro blanco de escarcha. Iba a ser grandioso el amanecer. Plencio vino boca arriba, se deslizó suave entre aquellos esfuerzos de estreñida que hizo la sufrida madre. Fue un impulso extraño, el último vahido que disparó a Plencio encogido por las dos vueltas de los pelos del coño sobre el cuello que lo encorvaron hacía atrás para casi desnucarlo. Fueron prontas las manos callosas de la Mariona que lo cogió casi al vuelo desenvainnándolo de la pelambrera, girándolo tres veces entre los gritos de aquel mal chingado.

Las cabras y cabrones del Mancio, también iban por allí con aquellos alientos. La pinta con cuernos recientes y ganas de juerga por la natura.

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