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Mostrando entradas de abril, 2016

TU LLAVE.

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¿Crees que merece la pena llorar para demostrar todo tu dolor? Esta es tu llave: AAAAB3NzaC1yc2EAAAADAQABAAABAQDEZKI3CLC2at0GlgY6cG6 Te la doy en ese orden, letras grandes y pequeñas. Cambiala obsesivamente por si el peligro te acecha, ponla al revés, escríbela en la página 33 de un libro de 2000 páginas que no dice nada, dímela entre todo el silencio varias veces para que la recuerdes. Que nadie te conozca es el objetivo sólo ese espacio que abres, y la puerta al cerrarse detrás de ti.

MAÑANITAS.

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De todas las andanzas y aventuras aquella era la que más me gustaba, entre todo el silencio de la mañana. La disposición tan simple, el videt en frente de la taza del water a un metro abundante todo rodeado de azulejos blancos con una filigrana de flores en los bordes, eran margaritas de manzanilla con cierta disposición y simetría artística. Así que me disponía a levantarme con aquella alocada ansiedad que da el controlar aún y no defecar en el propio cubil donde sueñas. Lev antarme sin la parte baja del pijama y bajar al baño grande con una pequeña ventanita al patio de luces. Sentarme a horcajadas, sentir el gruñido de la tapa que me acogía como respaldo e ir soltando despacio aquellas envolventes suaves y bien formadas en tres arreones estudiadamente espaciados, para reposar después casi un minutos apretando a intervalos mis esfinteres que soltaban algunos restos exprimidos con ventoseos de chirimías y trompetas, pensando quizás en nada, o en un largo verso, o en la

CABALLOS.

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CÓMO TE SABE LA CARNE DE CABALLO. ES CÓMO MÁS DULCE. Antes de las diez de la noche, a finales de noviembre. No puedo recordar muy bien cómo era la noche. Vine precipitado a la ventana atraído por las voces de la calle. Lo que abarqué a ver fue a la mujer del carnicero de El Caballo que está al lado de mi portal corriendo con lo que parecía una quijada en la mano detrás de su mujer medio desnuda. Mientras que ellos corrían hacía un lado hacía el otro un hombre que parecía joven huía sujetándose los pantalones, dando tumbos falto de equilibrio. Todo fue muy rápido. Hoy que es abril ya son las siete y media de la mañana, me asustó su postura encogida la cabeza inclinada sobre sus piernas, sentado en el rellano a cuatro peldaños de su puerta. Era El Carnicero. Apenas un gruñido a mi saludo.

SENTIDO, EN EL SENTIDO DE SENTIR.

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El sentido de la orientación es lo más importante, luego la gravedad, poder desplazarte, saber por qué tienes que irte, o volver. Mover el pulgar y el índice para coger cosas doblarte para aliviar el dolor, pasar tu mano leve en ese instante, mesurar el daño de las palabras, no sentir que nada separa las paredes de tu estómago. Volver aquel cuento de amor: ...hubo una vez un hombre que llevaba prisa. Tropezar lo mínimo contra los límites. Aún recibir cartas en tu lugar de reposo. A veces dar muchas vueltas y vueltas para que el mismo lugar te parezca desconocido. De cualquier forma que te apasiones, en un día débil, no sentir el vértigo del abismo, en tu camino completamente recto y plano.

POEMAS.

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Dime un poema que tenga cierto valor para quedar escrito algo que sea digno para asesinar un árbol algo que mueva en ti ese deseo de encontrar tus palabras olvidadas.

EL CALOR QUE GASTAS.

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De cada aportación que hago al mundo una parte  se queda al respirar, otra exigua se va en calor para arropar al corazón. La luz me aporta su parte de sombra. Los pensamientos que me atan obsesivo. Los pasos que me alejan y me desgastan. Los detritos que arrojo. Lo que transpiro. Las cosas que cambio de lugar, lo que imagino. La puerta que abro al espacio que me corresponde, los ojos entre el silencio, el espesor de la soledad que me roza, su amplitud y resistencia. La diferencia exigua que me queda para lo que es el amor, contemplar el mundo sin ninguna violencia, pasar la mano sobre las esquinas de la piel de los que me amaron, donde por momentos ya asoma la muerte.

VÉRTICE.

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Lo que aquel veŕtice tenía eran tres planos que iban a un punto no había otra novedad desde el mismo lugar de la cama sólo podías adivinar la distancia ese juego interminable entre la lentitud de las horas de todas las tardes hasta que dejaba de vivir la luz.

VISITA.

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Partimos un domingo como a las once, y al poco ya teníamos ganas de volver. -Eso. Volver. Porque vimos aquellas caras tan desagradables que te dicen primero una y luego la otra, ya estáis aquí, molestando. Nos sentaron en la cocina. Hacía un frío que pelaba. A través de la puerta abierta veía el cuadro de los abuelos con aquellas poses bajo un fondo marrón, y otra más vieja aún de los tatarabuelos. Yo hubiera tomado un café, pero volvieron con aquellas caras, como diciendo... nos estáis jodiendo, rompéis nuestro ritmo. Les di conversación por tres veces, lo del tiempo, lo de la enfermedad del niño de Paula que era crónica, de esas raras y difíciles, que llegarían incluso a tener que ayudarle a comer, pero ni asintieron. Estuvimos sentados allí en la cocina sin tomar café un buen rato mirándonos como diciéndonos qué hacíamos allí. De vez en cuando se asomaban a la puerta y con los ojos nos decían de todo. Solo con los ojos. Una de las veces la ventana se abrió de par en par

UNA COSA.

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Qué sería de nosotros sin el limite preciso de la exactitud. Andaríamos perdidos por las avenidas. Seríamos el mendigo que te ruega cuando pasas como si supiera donde empieza tu miseria.

CITA.

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Se dice: en la Cita era como si el silencio tuviese forma de humo, y todo fuera transparente. Al final nadie. Es como si el corazón bajase el ritmo al fin, es como si el corazón se diese cuenta antes. El corazón está antes que todo, lo percibe de esa forma de sobresalto. Es como si los dedos vibrasen en un instante antes de la muerte, la mano se les queda así, con los dedos hacía arriba, con los dedos ligeramente encogidos hacía arriba, con los dedos..., así, con los dedos.... Es una suposición. Es un razonamiento que yo me hago. En realidad no sé si alguna vez estuviste debajo del olmo, donde las palomas esperan la comida, y dan vueltas una y otra vez sin asustarse, una y otra vez por si les tiran comida, una y otra vez unas palomas u otras distintas dando vueltas, esperando comida, sin nada qué hacer. En realidad no sé si alguna vez estuviste aquí, esperándome.