COSAS Y SOLETES.



Ella quizás no dijo nada, pero si que pensó, pensaba, recogió los canelones hacía un lado de la mesa porque no eran de su gusto, fue a la despensa y trajo dos chorizos de culero, picantónes . Ya había dejado dos patatas de spunta cortaditas en la sartén, la patata se lastimaba en el aceite hirviendo, les dio vueltas, y las patatas gritaron con más lástima. Al chorizo no le fue bien en el aceite de oliva y también gritó, llevaba un tajo en su barriguita y soltaba borbotones de especies que agitaban un pimiento rojo carnoso, suave, y otro del piquillo verde, y tres con forma de corazoncito de lamuyo, y luego los dos huevos de pita de caleya como dos soletes soltando pompas, casi al final, se quedaron como un sol amarillo, enteritos para aplastarlos con suave pan de centeno.
Y aquella sombra del vino tinto picudo reflejada sobre la mesa como un láser.
Y aquella mariposa blanca que ya estaba ayer y antes de ayer y antes de ayer dando vueltas como un Sputnik.
Y un poco de claridad y de cielo sobre un lado de los cristales, por un patio de luces que parecía bajar hasta el infierno.
Y a veces y a veces.
¿Sabes que por allí nunca se escuchaba a Jacques Brel?

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