WALTER.



A Luis Walter Alvarez se le cerraron los ojos antes. Tocado con un mandil de plomo detrás de una mirilla diminuta vio el cielo grande y el resplandor enorme. No había palabras ocultas, no había palabras futuras, no había palabras de ahora para describir aquel resplandor originado por el bulto soltado por el Enola Gay.
Era toda la muerte posible que se podía originar en menos de un segundo.
Nunca supe si las pupilas de Walter Alvarez llevaban parte de los hermosos castaños que bordearon el río Narcea.
La luz fue enorme, tenía dentro miles de almas.
Qué biografía escribir sobre las nubes. Empieza diciendo: todo estaba lleno de muerte.

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