LAS COSAS DE AYER SIGUEN HOY, TODAS AQUÍ, EN MI CABEZA. Y NO SÉ...



EN AQUEL LUGAR QUE SI TE QUEDABAS QUIETO PARECÍA QUE SUFRÍAS MENOS.
Samanta se me queja siempre que es nerviosa en todos los aspectos. Es la que está al fondo mirando por la ventana como la Muchacha  de Dalí, pero con un culo enorme y no tan redondo y sensual como para entrarlo por detrás, rubia si es y de sudoración fácil  y puedo adivinarle palpitaciones a un ritmo inusitado, cuando saca tanto la cabeza para beber todo el aire que Dios le ha dado para ella sola. Me dice que siempre se le está haciendo un nudo allí, que ella nunca tuvo mariposas en el estómago. Percibía cuando la venía a ver su marido que le era infiel, son esas cosas que captas, ÉL, de pantalón bajo regañado, barba espesa y una boca marcada a lo chocho desarreglado, putero creo y con mirada de vaca algo acuosa, sin tocarla apenas sin apenas hablarle mientras ella bebía todo el aire llena de sentimientos de inferioridad. A ella le produce frustración que le digan que tiene una salud excelente porque me dice que su alma no funcionaba, sin esas ganas ningún día de sol radiante de ir a comprar fideos, alguna hortaliza, y carnes o garbanzos según el día, para subirlo todo por la oscuridad de la escalera y quedarse después con toda la casa dentro de ella oliendo o viendo la claridad que le correspondía, por designio, por el patio de luces y por todo eso, digamos por ley, y ya está.
El recuerdo perpetuo era de su madre con su disciplina rígida y su forma de darle de comer a la fuerza, o a su padre que le decía con mucho cariño, por tu puta madre que las comes, y aquel rito a las horas intempestivas de tener que tocar el violín por la ley del conocimiento entendido según el teorema de Pávlov.
La miro en la pequeña profundidad del pasillo oblonga viendo sus pantorrillas y al pasar a su lado la miro de espaldas acercándome despacio sin inmutarse la rozo despacio, sin inmutarse me cojo a sus amplias espaldas y me aprieto a su calor. Yo debo respirar el aire que a ella le entra y ver el dibujo recto de una golondrina que llegó temprana  por abril para subir muy alta y vernos desde allí cuando vuelve a bajar vertiginosa a lo avión de guerra.

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