PUTAS PALOMAS GIGANTES EN LA CALLE.



Aún no sé muy bien por qué me dio por violar aquella vieja que daba de comer a las palomas todos los días a las siete de la tarde lloviese o hiciese frío. Tenía unas piernecillas tan escuálidas que la levanté tres veces por los aires antes de correrme entre sus junturas, más seca que la mojama, y se lo dije, le dije de usted, mecago en su puta madre, no me eche más de comer a las palomas que la vuelvo a violar, venía todos los días con aquella mezcolanza de lentejas y arroz y mugres de pan y algún que otro garbanzo que quedaba por allí porque las palomas no podían tragarlo, bajaba de San Julián, por Abastos abajo, se largaba del asilo por aquella manía que tenía la hija de la gran puta, con la bolsa de plástico, yo desde la ventana muchas veces le hice fotos con el móvil para los putos municipales, pero nada de nada, y me dije, la violo, y la esperé en el portal de Intimidades Mónica, cerrado por jubilación, según bajaba por Donoso, todo oscuro y transito poquito, por allí quedaron migas de otros criaderos a los que iba, yo me vine para casa y bajé con la escoba a barrer las lentejas y los kikos, muchas veces lo comento en hacienda con los compañeros, estoy hasta los huevos del zureo de las palomas, por las noches se me vienen ese ruido de nana, y es como si cantase su puta madre

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