ESPERANZA.


Imploro cierta ilusión.
Que entre cada estío haya un periodo  exuberante.
Que el duelo de la tierra deje paso a rastros de espesos  colores,
y la vida  alberge sublimes  instantes antes de desaparecer llena de dolor.
Deseo imaginarte.
Aunque estés clínicamente muerto, sobre el vapor que suelta tu boca en  un espejo se podría pintar un corazón.
Tengo que decirte que cada cierto tiempo,
en todo lo que toco pacientemente con la mano elevada hay un gesto de caricia.
El deseo intacto.
Que me huelo a mi mismo y no me ofende, como si presagiase dentro de mí el estiércol como una solución final.

Sin perder la esperanza con  sólo una nota en mis bolsillos.

No debes temer cuando surjas del estío como  una nueva vida.
Eufórico.
Vas perecer de nuevo, y de nuevo resurgirás.
Fluir sin ninguna ley es el enigma de la teoría del caos.
De dos sucesos antagónicos uno será sacrificado, y no tiene por qué prevalecer el más fuerte. Mastica mucha ilusión.
Los designios dentro de  una vorágine no existen.
A ciencia cierta no sé cuantos hombres en este instante se han doblado,
golpeados por el odio de  un rígido puño cerrado, ni cuántos insectos contemplan vorazmente una articulación de un reptil muerto, en estos instantes en que la luz apremia para despertar.
Cuando voy al baño me doy la vuelta y observo la taza restos sanguinolentos.
La desdicha premeditada. El sobrevivir necesita que te observes. Realmente cuánta pasión atesoras, cuántas ganas de amar, o cuántas veces vas a masticar sin perder la compostura. Cuando trituras tienes algo de australopiteco. Cuando miras tu mierda y la hueles para olvidarla, tienes algo de lobo estepario, de perro vagabundo.
Es interesante que sepas,
 por si te hace falta desfallecer al lado de un camino,
viendo la inmensidad de la solitaria llanura en un instante cósmico,
que no tienes dimensión. No eres mensurable.
Y recomendarte 
que entre cada estío dejes  tu rastro sobre la tierra,
con un afán vano de que puedan descubrirte si tienes que caerte muerto.
Con cierta ilusión, los ojos abiertos, inanimados,
y que jures aún que no has perdido la esperanza.

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