DIME ALGO.




Había cosas que no encontraba. Iba allí y me daba la vuelta preguntándome a mi mismo que había venido a buscar. Me quedaba de pie. Una palabra que debía recordar. Me quedaba de pie por si acaso   empezaba por eme.
Es algo sutil eme eme eme eme. Y eso.
A veces pensaba a mis años voy a empezar a aprender música, o un idioma. Estar viendo el mar todos los días era de tontos.
Aprender álgebra vectorial para mover eso del tálamo o donde esté.
A mezclar cosas. Leer crimen y castigo, guerra y paz debajo de las nubes o un árbol.
Ir a que me la chupen muy despacio.
Apuntarme a cáritas y a la cocina económica, puedo acarrear, condimentar, hacer sopa boba.

A cuántas millas de mi están los náufragos y los hombres descuartizados.
¿Aún hay compasión? ¿Cuántas latas de conserva he de llevar a los almacenes?

Cuando duermo bien me tiro un pedo muy largo lleno de corcheas y suena bien.

En este autobús sobre la libertad no pregunto. He de levantarme.
-Podré soportar hermosos paisajes.
-No lo sé.

Os debo contar algo. Mezclar. Fundir.

Me acabo de estirar todo lo largo que doy.
Me veo en el espejo del armario en la esquina derecha de la cama.
Un pingüino, de repente, se extravía de su manada y va caminando como un cura por la sabana helada setenta kilómetros o más hasta que se muere agotado.
No hay una razón explicable. Quizás la locura.
Hay un hormiguero en forma de montículo de hormigas rojas sobre un sendero lleno de restos de hojas resecas y maderas peladas. Sigues caminando unos veinte metros y observas una hormiguita perdida que lleva entre sus fauces diminutas un trocito de insecto. Si la observas detenidamente da vueltas en círculo, desorientada, perdida del pequeño nido apenas unos metros más abajo - es un mundo de desesperación-.
Mi padre una vez se marchó de casa como a las doce del medio día. Lo fuimos a denunciar a la guardia civil. Apareció al día siguiente lleno de arañazos, con los pantalones rotos y unas sandalias por donde se le veían los dedos de los pies ensangrentados. No sé aún cómo pudo volver. En qué momento se dio cuenta de que tenía que volver. Ni cómo se orientó para volver desde donde había salido.
Me estiro todo lo que doy. Me da gusto estar tirado sin nada que hacer. Me vienen cosas a la cabeza sobre olvidos. Esa sensación que existe en la que no sabes dónde esta el coche aparcado. O lo que ibas hacer un segundo después de ahora mismo. Muchos segundos de olvido de ti mismo.
De repente.
Me da por no saber lo que hago aquí.
Hay otra vuelta y es ponerme boca abajo.
Mi cara sumida dentro de la oscuridad de mis brazos.

Hubiera pensado que era de noche, pero los ruidos son del día.
Esta palabra la escribiré hasta que me canse de pensarla.
Pero cúal.
Dime algo.

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