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Mostrando entradas de octubre, 2014

PAISAJE INDEFENSO.

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Dos sombras. Entre las sombras una penumbra indefinida. Todos los días recurro a mi escondite. Nidos a los lados con no sé cuántos corazones. Entre tantas posibilidades de felicidad tiene que existir alguna desdicha. He abierto mi puerta. Encuentro mi olor, y cierro. Todo mi territorio desierto. Y de vez en cuando un espejismo.

CASIOPEA.

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No tuve miedo por aquel prodigio. Tuvo lugar con los ojos cerrados, la oscuridad dentro de la oscuridad. Parece que empezaba otra vez a escuchar las voces. Era una costumbre que estuvieses dada la vuelta mirando hacía la cómoda, y a dos puertas de armario. A mi me venían voces de Casiopea. Ya te dije como era aquello. Después de pasado el cerrojo de la puerta de entrada, si tú no hablabas, si yo no hablaba y me venían aquellas voces persuasivas, no podrían proceder de otro lugar que no fuese de Casiopea Algunos gritos venían de la quinta estrella, la más brillante. Algunos susurros de la tercera estrella, la más tenue. Había una gota de la ducha cayendo sobre la bañera en morse: una raya corta y un punto, luego un silencio y la raya larga. De la cisterna manaba un chorrito indeleble y después de no sé cuántos minutos era como si un asmático desesperado abriese la boca de  nuevo, se iba por la patita toda el agua. Respirábamos. Yo sobre mi corazón. Mi co

INSTANTE.

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Masturbarme y meterme e a mi mismo el dedo en el culo ha sido un imposible. No pude hacerlo de acostado por lo imposible de elevarme la pelvis. De pie frente al lavabo es incómodo en el sentido postural. He de masturbarme con la mano derecha y meterme el dedo en el culo con la mano izquierda (esta vez por placer). Todo esto ha sido un fracaso por el exceso de atención en la maniobra. Y por otra parte la casi mínima concentración en el hecho en si mismo. Siempre he sido muy egoísta a la hora de querer obtener placer de dos partes de mi cuerpo a la vez: metiendo y sacando mi dedo del ano – suavemente-, y moviendo el prepucio de mi polla hasta la saciedad. Debo pensar que soportaré la vida. Resistirse a cualquier nueva angustia en su modalidad obsesiva. Puede ser el miedo a una esquina por lo que tiene de final. Siempre cerca de la puerta. Tirar sin peligro. Contar escalones. El sol es ciertamente cegador a eso del medio día. Es necesario poner un nombre al camino, p