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Mostrando entradas de agosto, 2014

LUZ.

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Todo lo que sucede ahora bajo la luz ambigua, es a posibilidad que esperas: detalladas apariencias, un hueco dentro de tus manos. E n el gesto de un abrazo no hay probabilidad de suceso si uno de ellos está  ausente. N ada escrito sobre ello en la teoría del conocimiento. Cierro los ojos para imaginar un viaje de mis dedos sobre tus pómulos. Sin embargo, quién puede asegurar que no haya laberintos dentro de  las sombras. Que no sea la locura. No sé qué decirme. Sabiendo que aún no está el ser que amo, sólo es posible en la penumbra recrearme en la aventura. Mientras la mañana sigue en su quietud hasta apagarse.

CEREMONIAS.

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Si avanzo me obligo a detenerme ceremoniosamente. No de cualquier forma. Debo parar con los pies juntos. Tengo más puntos débiles, como es el de prever en el sentido de una premonición. O cómo he de hacer para inventarme otra ceremonia. Me apasionan los ritos religiosos, la esquizofrenia colectiva, en masa. -Un gramo de arroz abandonado, es un gramo de arroz lleno de pena y soledad, los he visto sobre los azulejos de la cocina. Puedo provocar compasión por mis momentos de elevada ansiedad, cuando pienso que mi destino fatal ha de cumplirse, porque una de las ceremonias se ha ido fuera del protocolo establecido. Voy a deciros algo, es muy difícil que tenga afecciones de estreñimiento, mi gozoso orificio es amplio. Ideas suicidas, sí. Un ligero desdén cuando es de día. Por la noche las ceremonias son denigrantes. Están llegando al paroxismo. Imagínate hacer que dibujo sobre un espejo un corazón, y dentro de ese otro corazón, y otro, hasta que llego a un punto, y sin

PALOMAS.

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Ya había despertado. Estaban desnudas las sombras de las personas, el cielo desnudo, las casas desnudas. Las mariposas iban desnudas, las terneras que no se tenían de pie, las culebras dejaban la piel para estar desnudas. Volvían a estar allí en la ventana dando vueltas poniéndolo todo perdido, haciendo equilibrios entre los pinchos. Estaban allí las palomas atorando con aquellos sonidos incansables a primera hora de la mañana. Muchas veces me quedo mirando la sombra de las cosas, según va pasando el sol, es una costumbre de antiguo. Últimamente lo hago con una línea recta del armario a eso del medio día, cuando le da el sol de lado. La sombra va pasando sobre la alfombra dejando una leve penumbra a ambos lados. Quiero decir que no es una línea exacta, es difuminada. Muchas veces antes de llegar al borde de mi cama, me pongo a dormir. Cuando miro a esa línea no pienso en nada. No sé si es posible no pensar en nada. Me dio un cólico, aquí. Donde tengo la ma

IB.

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La historia era en la mañana. Luz ya había en la ventana. Por fin, una de las vueltas ha sido incompleta. Los pies abajo, y me levanto con grandes dificultades espirituales. No es casual que tenga ganas de volver a esa posición tan maravillosa -un día mirando al techo-. Pasaron una variedad enorme de pájaros en escuadrón. En mis uñas hay líquenes que crecen con la humedad. La mano hacía arriba está así por una casualidad extraña. Usualmente suelo permanecer con la mano cerrada. Quizás mi mano esté desvanecida, vencida. Un lenguaje no verbal que no sé lo qué quiere decir. Tu coño en mi boca en forma de besos de coño, era un sueño. Quería saber si aún me gusta olerte la espalda y medirme en tu cuello. En resumen las cosas que recordé entre una tarde y una noche como el plomo: El vuelo IBE0478, referencias, Madrid, Borges,  Joyce , Egipto, Jufu, Jafra, Menkaura, Bin Laden, El Retiro, otra vez Agosto, el corazón, el colchón, la pajita que me hice pensando

VUELTAS.

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Esta historia empezaba así, pero no sé si acabará nunca. El día que se marchó me dejó la cocina recogida. Para mi era muy hermosa. Varias veces le dije, y cómo iba a ganarse la vida, se lo dije así para darle miedo, se lo dije sin más. Yo por aquella ya andaba medio zombi, con las espaldas tiesas, las manos estiradas, y me daba miedo todo. El sonido de los ventiladores del patio de luces me poní a frenético cuando los dejaban por la noche. Le dije, ya me dirás cómo te vas a ganar la vida. Y se fue sin muchas cosas. Apenas tenía nada que llevarse. Lo que habían pasado eran, posiblemente dos días, no mucho más. La vi en la acera de enfrente el martes. Fue la segunda pasada de por la mañana. Yo estaba detrás de las cortinas, la podía ver con aquellos andares lentos decidiendo siempre la dirección que tomar, no sé si ella apreciaba que las cortinas se movían. A mi me vino mucho frío por las piernas. En la espalda se me puso un dolor extraño y una sensación a entumecido.

AÚN, AHÍ.

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Yo algunas veces me quedaba anonadado por el teorema de la ausencia de pelo y el espacio de Minkowski. He de decir que llevaba tres meses sin salir de mi casa. Helge llegaba a eso de las cuatro y media de la tarde  y me descubría como me había dejado a las siete de la mañana, sentado en el comedor con la ventana entreabierta, mirando la arquitectura de la fachada de enfrente, que a unos cinco metros me mostraba un balcón por el que sobresalían unos visillos blancos agitados por una suave brisa de aire. Helge me decía al llegar: -Aún, ahí. Yo a simple vista parecía contestarle con el pensamiento, pero no lo hacía. Seguía y seguía dándole vueltas al teorema de la ausencia de pelo. Nada de otro modo me hacía subsistir de forma tan extraña, casi ausente del mundo, sin dimensiones a un lado y al otro. Sin poder hacer simple el espacio de Minkowski, que estaba ahí desde los orígenes hasta su muerte por fin en la nada. -Aún, ahí. Y yo le contestaba, según su imaginación