ESTADO.
Parecía mentira que después de tanto
tiempo amando, pudiese llegar a odiar.
Viendo el amanecer al lado del mar, tan
sublime, diferente siempre,
subiéndome aquel sopor que era el odio
muy denso.
A veces las gaviotas sin saber qué
hacer, como un motivo
de que todo era un laberinto. Y los
mochuelos tan pequeños haciendo espirales
sin saber
que yo estaba odiando a todo lo que
podía tener signos de cierta animación,
odiar tanto que deseaba dar la muerte
de cualquier forma permitida
en que un ser vivo puede morirse.
A veces al amanecer el color añil en
lontananza me hace más ruin.
Desplazarme hasta lugares exuberantes.
Quedarme quieto mirando como el primer
día de lo que me queda de vida
empieza a desplazarse sobre mi.
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