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Mostrando entradas de enero, 2014

CEREMONIA.

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Otra vez lo he mirado todo: grifos, llave del gas, ventanas cerradas…, sólo una rendija de luz en la inmensidad del pasillo. Me acabo de marchar  con esa repetida extrañeza de que alguien ha quedado ahí, mirándome con sus ojos abiertos. Sabiendo, que todo es una simple duda que siempre que se me olvida el cerrarlos, y que debo volver, en una repetida ceremonia, a pasar mi mano por su cara.

LEJANÍA.

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Dentro de años, es la lejanía. Incluso. Dentro de un año. Dentro de tres semanas, o de cuatro. Sin atribuirlo a nadie en concreto. Ni tan siquiera a un extraño sueño. Real. Dentro de unos segundos, el miedo otra vez. Abrir y cerrar sin detenerte tiene su parte de vacío. Dentro de un instante otra vez -apriétame-, vuelve lo inmenso y lo percibo.

LARVAS.

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De bronce la manilla resobada. Huele la mano a rastro de metal. Abro la puerta y me siento muy lentamente en el borde de siempre, siento como la cama gime. Me voy recostando hasta encontrar la almohada. La perfección puede ser una postura de reposo. Incuestionable el ejercicio para el descanso. Lo absoluto, la huella del cuerpo, la sensación de casi ingravidez, como si no fueras responsable de ti mismo. Al abrir los ojos a la plenitud del techo. El orden anárquico de tres hendiduras en zigzag con su final trágico en una esquina. De fuera es la claridad. La ventana entreabierta. Presiento un rastro azul. En todo lo que me rodea hay desorden. Hubo otros habitantes aquí. Alguna fotografía sobre el mar. Un cuadro inclinado de un barco muy lejano, casi sin verse en su horizonte, sobre una planicie de agua imaginada gris. Dos anaqueles llenos de loza blanca, platos reclinados rodeados de coronas de flores entrelazadas. Ayer también fue aquí. Llegué de esta forma, siemp

LÍMITES.

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Estás limitado. Al este lo que quieras. Tan encogido que no ocupas. Tan románticamente libre. De tanto arrastrarme volar es una opción posible. Escuchar el viento desde las torres, como las aves de rapiña. Presentir que te deshaces, a lo diminuto con tanto silencio. Nada que no sea escuchar las campanas de la resurrección me vale. Esculpido en otro inicio, en un pez con la boca abierta.

MAS.

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Hacían panes en forma de corazón, y no se cansaban. A esas horas en que las aceras tienen reflejo de espejo, veías hombres que no sabían a dónde ir. Por el cielo, vueltas las estrellas, en su lado brillante dejaban que la noche fuera aún oscura sobre la mejor esquina para el amor, donde jurarse que toda la vida sería un beso. Por entre luces azules era como subían los sabores, fachadas repletas de gentes en sus sueños. Salí de algún lugar con los ojos cerrados sintiendo recuerdos inmediatos en mi boca. Al final, sin nada qué hacer con la mirada -cansado de recordar-. resucité al tercer día. Sin ganas de hacer nada.

CASI UN POEMA.

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de todos los pensamientos que tengas guardate tres para mi si tienes deseo recuérdeme en el vació de tu corazón esperame a que aparezca si tienes un poco de esperanza cuenta conmigo en lo más inmediato al despertarte en ese cuasi segundo estira tu mano hacía lo imaginado como si aún estuviera ahí

RECUERDOS.

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Lo que tu me apeteces, me levanto con eso al mundo de las cosas, de todo lo que tengo ordenado y desordenado, lo que cuelgo para que se vea. Entre todo debes estar tú, lo que me abriga y aprieta, mi alma fría, el cielo a veces, las nubes deshechas. Lo que tu me apeteces tiene forma de hojas, de tierra húmeda, de agua estancada, de reflejos, la forma del mar y el viento -también-. Sabes que no puedo ir sin llevarte, cuando he de hacer lo sublime, -el gesto-, simplemente erguirme después de un sueño, en un día más de suerte, levantar mi cabeza y sentir el orden de todos los recuerdos.

UN RESTO DE POEMA

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de qué país son la gente que llora tanto de qué lado el agua para llorar tanto de qué parte la sal dónde de qué parte la tristeza en tardes cálidas tardes frías de qué forma las manos sobre los ojos y el agua pantanosa sobre sus pupilas de qué lugar eres si ya no te recuerdo sobre el umbral tu sombra mis manos estiradas de dónde vienes de qué día lluvioso tan inalcanzable

TÚ.

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Nuestro primer lugar debajo de un árbol, jugando con cosas que podían dar vueltas. A veces, también redondo el sol, sulfatado de añil. Me amas porque me miras así, y en tus pupilas, existe un lugar para perderse. Lo sé. Un pantano gris lleno de tardes cálidas, y tardes frías. Mi mano te viene grande, rozar tu espalda, ser leve, permanecer casi en tu piel un instante. Nuestro segundo lugar donde atardece, sin nada qué hacer, sólo tiempo y tiempo, sin medida, acostados en el vacío lleno de equilibrio sin querer volver al país donde la gente llora.

AVENTURA.

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Convertir la fuerza vital de los niños en energía visible, pensar, que en sus ojos no hay odio, y que un asesino no se agita en su interior. Me dio pena ser grande para postrarme, y ser cobarde, y atacar por la espalda, y pensar, en la gloria correspondiente. No sé en que segundo mi amor no fue puro, cuando elucubrando urdí la primera mentira, sin ningún resquicio. Sabes, llegas a deambular otra vez de esa forma, sin vitalidad, los bolsillos dados la vuelta, casi menos profundidad cuando miras, igual de cobarde, igual de asesino, agitados por la impaciente espera. en que he de resolver el desenlace. de esta fugaz y misteriosa aventura.

PREFERIBLE.

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Preferible que tengas las dos piernas, si pasas de los sesenta, que sea levemente. De corazón enorme, en su forma, casi insuficiente para tu pesado cuerpo. Indistinto que hayas amado, que ya estés gastada de tanta ausencia. Si he de llevarte a pasear no me importa, sortear obstáculos, torrentes grandiosos, mares agitados, ciudades violentas, glaciares helados, leones de Bengala, viendo la televisión lo soporto todo, cosas de amor, desánimos, cuentos sobre ladrones, siempre que me des la mano, que pueda ponerla aquí, para que sepas que estoy vivo, que mi cabeza pueda posarse en tu regazo, para ver el techo, o haciendo juegos entre las grietas la luz de la ventana. Si te faltan los dos brazos, aprendí a sentir que me abrazan con los ojos.

SIN NINGÚN FIN.

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No era suficiente. A mi no me bastaba levantarme sin nada qué hacer, y estar dando vueltas mientras ella se tomaba el café y un pastelito. Luego se iba. Me asomaba a la ventana y la veía caminar de aquella forma, hasta que su cabeza se perdía en la esquina de la calle. Mi mujer se había ido a su trabajo diario, como cualquier persona muy decente. Mi ceremonia para visitar a la otra era cada dos días, cuando se llenaban mis testículos, debido a mi edad un tanto senil el llenado era lento. Hacía tiempo que el semen no me salía con forma de lombriz o ciempiés. Poner en orden cualquier cosa es sacarla de su situación ideal. Al poco rato la cosa está neurasténica e insoportable, no puede vivir la cosa. Por eso yo me duchaba cada tres días. Y en situación ideal me sentaba en el videt y con agua fría me limpiaba el glande y el culo, a lo sumo con un poco de jabón, y la toalla para secarme una y otra vez por la barriga, ingles y demás. Luego, unas gotas de perfume.

ESPERA.

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No has de morir sin un último recuerdo. Sin rastro de mi vida, nada para guiarme, en un ficticio retorno. Perdida la costumbre de abrazarme a ti por la espalda, en todos los tiempos en que cansado y sólo de cualquier regreso, en que por costumbre, buscaba tu silueta. Las piernas son para eso, te acercas, las manos en el contorno de ti, y los ojos casi cerrados para soñar que percibo el calor que me daba tu compañía. Abierta la puerta para alejarme retornar a la ausencia, al conocimiento, como antes de un fusilamiento la última brisa sobre tu cara. Ayer no estabas, sólo la luz del día, la sombra del día con su luz, otra luz. Caminar y recordar, pasos con su lentitud, el olor que desprenden las cosas, y luego, por unos instantes, sentarme a esperar, por si volvieras.

PASEO.

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Mi imposibilidad fue en aumento. No sé en qué vez de tantas veces, llegar con mi mano al omóplato derecho fue un problema. Meterme el dedo por el culo también. Yo llegaba a la ventana a eso de las once de la mañana. Era un largo viaje por enero con ese frio en forma de vapor traslúcido. El afán que me daba fuerzas era ver los capullos de las camelias que rozaban sobre las contraventanas de madera.   Ya se les veía por entre las hojas apretadas un rastro de pétalos rojos, o blancos, indistinto fenómeno en una misma rama. La única especialidad que me quedaba era el pensamiento. Lo otro era tan lento que apenas se describía con unas pocas palabras. Asomar mi cara entre los visillos como si estuviera rodeado de una mortaja y ver el cielo. A veces su mano se metía entre mis piernas y Ella notaba mi humedad, la urea con ese poso de amoniaco, pero no le daba más, para mi era como una caricia, aunque me cogía como a un cabrón, sin apenas apretar. Si alguna vez te