Y SIN AMARNOS.
Algunas veces la mañana no sabe a nada. Tú ahí, yo aquí, y sin amarnos. Si se cumple la disposición electrónica de Bohr y los cuantos de Planck, en realidad no nos tocamos nunca, flotamos sobre lo que vive. Como consecuencia, piensa que pudieran ser una ilusión nuestros besos, o la sensación cálida de tus manos tocando las mías entre otras manos quizás desconocidas. Sí, sí… (eso, que cuando me acerco a ti es tu piel que me envuelve y me quita la tristeza). Yo puedo suponer lo que estás haciendo tú ahora. Pero no es una certeza: ni sé si estás feliz, ni si estás triste, sólo ocurre que te vienes con insistencia a mi memoria. También es una certeza falsa que si te miro a los ojos pueda imaginarme, con cierta exactitud, lo que estás pensando: si piensas en mí, si acaso no piensas, si no piensas en nada. Supones que eres inmediato, en este (.) punto, que no es igual a este otro (.), aunque lo parezca. Los sep