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Mostrando entradas de octubre, 2010

Y QUIZÁS MUERTO.

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Me había puesto en aquel bosque un sueño improcedente. Sólo se cumple la teoría de la relatividad en los sueños, no sabemos como son de cortos, cómo son de largos y los relojes siempre están parados. Estaba puesto allí, en un paisaje que sólo existía para mi, no había un paisaje igual en todo el mundo, porque aquel era mi sueño y mi paisaje. Digamos suelo con líquenes escamosos, líquenes traslúcidos de gelatina y otros como lanas de colores, y las rocas y las maderas muertas recubiertos de grotescas formas de líquenes azulados; setas lisas y brillantes en forma de sombrero, y avellanos, castaños, tejos, abedules y robles centenarios. Todo eso estaba viendo. Y de repente los observé allí al fondo como una procesión. No existe la luz usual en los sueños. Ya lo sabes. Si sueñas cosas de amor te despiertas en ese sutil momento y te quedas extasiado, qué pena un minuto más, piensas. Pero este sueño era lúgubre, estaba yo solo esperando en un sendero, con esa sensación de amordaz

¿SERÁ QUE AÚN TE QUIERO?

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Yo sabía que te habías metido mi cepillo de los dientes dentro de tú coño, por eso me sabía tan dulce. Quizás no fue el sabor, lo noté por aquel pelo tan rizado que había sobre sus cerdas. Se dice así. Si me das un café a estas horas me pongo a cien. Ya han abierto el portal y vuelan cientos de mariposas por el rellano, y dentro del ascensor huele a pan del súper; y me da que hoy tenemos fabada de bote y un poco de sobrasada con pan de molde. Llévame contigo en esa hora demás que tienes hoy, y no me discutas si es más de tarde o más de mañana, tú seguirás siendo igual de guarra a cualquier hora, percibo tus capas de Rexona en distancias largas. Lo único que te pido, si tienes la bondad, es que no te peines tus pelos del coño con mi cepillo de dientes. Yo tengo un aguante. Y estoy llegando al límite. Cuando te vas aún te beso en el rastro de carmín que has dejado hace dos semanas en el borde de la taza del café. -Y siento un estremecimiento. - ¿Será que aún te quier

Y ME SABRÍAS A GLORIA.

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Me ha vuelto a pasar aquello de meter la mano en los bolsillos para buscar algo que se me había olvidado -eso que hacemos tan de repente y con cierto susto-. Pero cuando voy contigo no es susto, lo que hago es tocármela de tanto que me pones y me pones. Escucha: tocan el violín en la Calle Martos y parece que los árboles aletean las hojas a ritmo de balada, y es que tú vas conmigo y pienso en eso, como si fuera leyendo por entre las nubes un poema desesperado del poeta más maldito, un poeta que no dice nada -los poetas, si te fijas, al final no dicen nada. Son un delirio de arrogancia, están locos, sufren de excesivo amor y algunos son peor que las alimañas- Ocurre que me gustas y no hay remedio, me pongo a decir sandeces, escribo intercalando cosas de la gleba para parecer duro, pero en realidad soy un flanin el niño lleno de caramelo negro, que vibra cuando das una palmada en la mesa, para decirme !que tengo que trabajar que tengo que trabajar que tengo que trabajar!; mientras yo me

YA TE EXPLICARÉ.

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Yo al Mitos no suelo ir mucho. El Mitos es de más abolengo, mu limpino , lo mismo te encuentras a un Borbón que a uno de los chalets de las Lomas. Yo soy más bien del Yuma, el que está por la carretera de los Monumentos, o del Elvis, viniendo por la vieja desde Oviedo. A las tres de la mañana me dio por meter el coche rezagado, al bies, para que no se viese la matrícula con los reflejos. Si vas al Mitos te acojonan los dos láser que suben al cielo igual que la estrella de David guiaba a los reyes magos, casi puedes llegar desde cualquier parte del universo, es un decir, para ir de putas no hace falta llevar brújula, te guía el super nabo marcando el norte en la bragueta. Ahora que cuento esto acaban de dar un portazo. Me lleva dando portazos desde lo del carnet de identidad, me lleva dando portazos con los ojos desde lo del carnet de identidad, me lleva anunciando sublibidinalmente que se va que se va que se va desde lo del carnet de identidad; nunca me había imaginado que una mujer qu

ESTÁ CONMIGO EL SUAVE SOL DE OCTUBRE.

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Alguien en cualquier momento tuvo que vestirse por primera vez. Yo ahora me estoy vistiendo sin tener recuerdo, sin saber por qué esta ropa se encuentra aquí sobre la silla, y si en realidad es la mía. Uniformarse de ciudadano anónimo es algo incómodo, se hace sin ganas, algo así como desprovisto de ilusión, hecho con escasa inercia vital. Detrás de la luz de la mesita tengo la sensación de que soy un verdadero aparecido. Sólo tengo noción del último sueño, aunque no lo recordé, pero tengo esa sensación angustiosa de que he soñado con un féretro; logré dormirme profundamente muy tarde casi cuando regaban las calles, y los camiones aparcaban para el suministro a los supermercados, y cuando alguien cantaba de esa forma en que lo hacen los desesperados, entre ladridos de perros hambrientos o maullar estrepitoso de gatos en celo. Ocurre que esos sonidos me devuelven momentáneamente al entorno por lo familiares. Los seres mayores que viven solos, sin estar mal acompañados, tienen sus vicios

BESO.

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Las certezas quizás se hayan desfigurado; quizás viva en el mundo de las probabilidades, no estoy seguro. De todas formas voy caminando con esa sensación de que se me ha olvidado algo. Quizás sea algo tan simple como un beso, pero no recuerdo bien. Entre este hormiguero memorizo alguna cara que se cruza en mi camino, pero nada es exacto. Si ves el polvo a través de la luz, yo soy una mota, y esas son mis probabilidades de que vuelva a encontrarte para darte el beso de despedida.

CON LA POLLA CARA AL SOL.

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Me cortaron el frenillo en agosto del sesenta y ocho y estuve todas las mañanas de la semana siguiente tomando el sol con la polla fuera. Una mañana del julio anterior, Micaela, la mujer del Guarnicionero intentó quitarme el virgo, sin quererlo, en el pajar del Suco, mientras cuidábamos las vacas. Se me sentó encima, me engatilló como a una deslizadera con sebo, y se dejó caer sin avisar, de repente, tenía un culo xata, así, que no puedes ni imaginarte, yo empecé a sangrar como un gorrino, los dolores fueron en aumento y tuve que ir a Don Minervino. Me dio mucho corte explicarle la herida, pero acabó de arreglarlo con un bisturí de capador, y me dijo lo del sol, túmbate, sácatela sin la venda, ponle mucho yodo, vete al resguardado de las camelias, el sol lo cura todo, y así fue, se me fue poniendo de carne viva a carne rosadita y de allí a lo curado con una ampolla escamada (fue un trecho que no duró mucho tiempo). Yo con el ganado que pastoreo no me aprieto ni rezongo jadeos. N

DON BENITO DE GUIO. (BOCATA GUINNESS: DATOS TÉCNICOS).

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Le digo a Damián, cómo será el bocata, el bocata será de salchichas, de carne guisada y llevará callos, carne de pollo; otra parte para vegetarianos con lechuga, tomate, bonito, cebolla, pimientos, endivias; de todo esto casi una tonelada. Irá por sabores. Calixto me dijo ayer que empezaríamos a la seis de la mañana a colocar los tableros y las crucetas de taburete para soportarlo. El Ayuntamiento y la Caja de Ahorros nos dejaron las vallas y las tarimas. La cosa empezará en la calle Puertoveas, seguirá por la avenida Belchite y acabará en el callejón de Costanilla; total un kilómetro y medio de bocata. A las seis y media llegaron dos avias descubiertas y dos furgones nevera de la funeraria, y una carroceta con guinche de tiro (de las de la madera) llena de riches de un metro de largo y ciento veinte centímetros cuadrados de sección de miga, para que chupase bien el jugo. La Panadería de Pacho y la de Lelo, estuvieron veinte y ocho horas haciendo pan de mezcla con un poco d

SO CABRÓN.

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Había hablado contigo de todas esas cosas que se dicen cuando te encuentras después de años en una plaza repleta de palomas; allí en el cielo estaba el color de las nubes y líneas rectas de avión, porque no quería mirar a tus ojos metidos en dos bolsas que parecían colinas. Estabas diciéndome, preguntándome, por qué tanto tiempo sin vernos, y estaba claro, nunca nos habíamos reconocido, y si lo habíamos echo otras veces enfrentados los ojos en este Paralelo, no me había dado por los cojones de mirarte, porque sencillamente aún me asustaba tu mirada de rana. Pero ayer fue el día en que íbamos tan uno frente al otro, que como en una estadística de la teoría de la incertidumbre, casi chocamos, y así, nos acercamos hasta lo sublime, tanto, que pude ver tú corbata como de moscas cojoneras, inanimadas, sobre un fondo de color mierda, y tú camisa tan extrañamente geométrica, y tú escaso pelo tan aprovechado, y tus manos tan asidas a una cartera de cuero. Y por un instante, fue un insta

CUATRO ESTRELLAS.

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Me llamo Artemio Suárez Witdower y soy el Jefe de Cocina del Restaurante Cuatro Estrellas de Fuengirola. Ayer me salió un furúnculo piloso encima de la raja del culo que me está jodiendo la de Dios. Ha cogido muchísimo pus y ahora está más hinchado que un neumático de playa, pero como a mi no me dan la baja, ando enseñando el culo por toda la cocina porque me molestan mucho los calzoncillos, y no digamos unos pantalones apretados. Si me explota, como que me llamo Artemio, lo meto en la sopa para dar sustancia. Yo en el restaurante me guardo los mocos debajo de la alacena de la carne, allí tengo un criadero, otro criadero lo tengo en casa debajo de la mesita de noche, y otro, bastante grande, debajo del asiento del coche. Quizás este furúnculo piloso tendrá que ver con la soriasis que tengo por toda la barriga y la espalda, ando todo el día rascándome de aquí para allá, algunas veces me saco hasta sangre contra la esquinera de los postres. Pues hoy para comer tenemos

UNA DE SIDRA Y UNA DE BÍGAROS.

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Entré con el Hombre Invisible en la sidrería los Parrales y le digo a Paco, ponnos una de sidra, y vete echando. No sé cómo deciros, la sidrería olía a queso de Cabrales, a almejas a la marinera, a congrio y a sepia a la plancha, todo junto, entiendes; era ese olor mezclado con aroma a serrín de pino. Pues le digo, échale un culín a este, y Paco me dice, ya te eché , y yo le digo, a mi sí, pero a este no , qué ya te eché , joder; y que me mira, así, de frente, con ojos de besugo, que no, coño, a este, a este, a este . Por qué voy a tener que dar explicaciones de con quién ando o dejo de andar. Pues el cabrón no se lo echó. Y cogí la botella la levanté en el aire y dejé caer aquel chorrito salpicón sobre el mismo borde del vaso (estrellando sidra hay pocos como yo). Se la puse al compañero sobre la barra, y le dije: tómatela, sabe a champán francés, t' a de buena , y fresquina. Yo al Hombre Invisible le hablo bajo cuando voy a tomar sidra con él, a nadie le importan nuestra

AUTOBÚS.

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Si fuera en un autobús y en este preciso instante se acabara el mundo, y quedáramos los que vamos a la Colonia de la Asunción, cogidos en las barras, sentados como petrificados mirando a un punto muerto, te escogería a ti, la que vas apoyada detrás del conductor mirando en sentido contrario, hacía mí, con los ojos tan grandes que parecen dos pozos de agua de acequia con todo el triste gris reflejado. En este instante en que todo está quieto, lo de fuera destruido lleno de humo negro, y que por una irreal magia hemos quedado aquí, aislados, endebles, pálidos por el susto repentino, me levanto del asiento y camino la escasa distancia que me separa para verte de cerca los ojos y decirte que tenemos que empezar una nueva vida en este barrio destruido. Porque tú te has sentado ahí y yo aquí para que podamos encontrarnos de nuevo, sobre la plataforma de este autobús que ha llegado al final del mundo.

EL MANAGER.

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Me llamo Pentito Cruz (Penti) y para meterla tengo que hacer un triple bogey, eso con suerte, y si no lo logro lo intento en un cuádruplo (como poco), y si no, pues lo hago a puñados o con la boca; pero mal nunca quedo. Me refiero al golf. Mi pasión empezó en Valdevimbre jugando a las canicas mientras mi padre lavaba barricas de vino peleón tirando los posos a la cuneta. Apenas fui a la escuela del Topo, (El de las JONS ), que enseñaba según la teoría de los reflejos condicionados con el silbato a golpe seco sobre el cerebelo, después de una pregunta baldía e inexacto mal contestada ( Si no eras cristiano por la gracia de Dios, te jodían ). A estas horas de la mañana alguien ha puesto una pregunta en el cielo, pero no puedo contestarla. Alguien ha ido ordenando las nubes para que aparezca una interrogación sobre el azul de poniente y aumenten mis dudas. Este sábado ya se que no podré ser feliz. En la Plaza de San Telmo se me adelantaron unos rumanos que tocan a lo Emir Kustur

SIN DUDA, ERA UNA HECHICERA.

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A Lolo el Atrevido le pareció que el virgo de Amary era de doncella compuesta, porque en la primera noche de bodas la trajinó de un quite, como cuando clavaba un alfilerillo sobre una madera de aliso a golpe de maceta de albañil. En su sospecha se imaginó que llevaba una vejiguita de mercurocromo debajo del botoncito del gusto, y que la mancha de la sábana desparramada como una cruz de Borgoña no era indicativo de nada, más bien una casualidad de un movimiento que no llevaba estremecimiento, sino miedo repentino de envergada al tirón y por sorpresa. Lolo siempre opinó desde aquel día, que conserva lucidamente y en silencio, que debe haber más putas que políticos, banqueros, diáconos y curas juntos. Amary hace una sopa de pan exquisita y tortos de maíz. No se tira nada. El pan antiguo va a un fardelillo, y bien partido con un cuchillo jamonero se pone en la sartén con agua y fritura de ajo, un poco de sal y un huevo que se va haciendo, y todo queda como un solete español cuando

LA SUELA DE SUS ZAPATOS.

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Cientos de ojos estuvieron mirando el agua. El río tiene ese color turbio que da la torrentera, un gris que no refleja nada, si acaso un leve azul un poco antes del puente.En la charca el agua da vueltas como un remolino, es así redondo y en círculos como el molinillo de un niño agitado por el viento. Llegué aquí por una casualidad que no me explico. Angustiado por su falta, como si quisiera estar sólo para hablar y llorar dentro de mí. Ha sido imposible e inexplicable. En la casa las cosas estaban donde estaban, siempre llenas de silencio. Pero yo debo estar aquí por algo, por una intuición, por una orden divina, por una casualidad, por ser el autor de las malas palabras llenas de reproches. Al mirar al remolino veo aquellos zapatos que parecen difuminados como si estuvieran dentro de un cristal dando vueltas y vueltas como una peonza. Hay una estrechez de azul en el cielo entre dos nubes, y cuando acabo de mirar aquellos huecos llenos de añil, me pongo a pegar voces desesperadas.

HUMO MÁGICO Y SILENCIO.

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En Troms a uno se le quedan los huevos encogidos, ni una puta apetencia de mete y saca, y como vayas mucho más al norte y a la intemperie te pongas a mear se te queda congelada; si has visto la fuente de Manneken Pis, tienes esa sensación de que tú chorrito se anclará al suelo, así, petrificado en el hielo. Esto no hay garañón que lo aguante, ni ensoñación que lo enderece. Me habían dicho lo de los productos secos y lo del caldo de gallina en termos, pero yo lo que llevo es ansiedad, me parte el alma la sensación de aislamiento en cualquier circunstancia. Con mi imaginación he recorrido el Generalife y me he puesto a tomar el sol en el Patio de la Acequia mientras escucho el murmullo del agua subir y bajar con esa geometría parabólica, casi idéntica y simétrica si la miras desde el fondo de unos ojos enamorados. Tú estabas lejos, quizás recorriendo en un tren miles de postes que pasaban. Me habías dicho que viendo atardeceres. No sé si creerte. Quizás me lo decías para d

POR EL PARTIDO ME ABANDONAS.

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Cada dos domingos por la tarde siempre voy a verte, y es lo mismo, cuando subo por las escaleras radian partidos de fútbol, y en cada rellano donde está la llave de la luz interpreto las caras de Belmez de forma diferente, y si llueve hay siesta total y una lúgubre penumbra, como si todo fuera bajar otra vez al abismo del Corazón del Ángel (mí amada mulatita). Nunca me imaginé que me fuera a morir debajo de ti; y eso que antes de ayer ojee el Zohar por si había alguna duda y no la había. Sé interpretar el Libro del Esplendor como nadie, y no ofrecía ninguna elucubración extraña con el día y la fecha de tú recibimiento quincenal. Pude verte aún un poco, ya lo he dicho, no te mueres de repente, son segundos; te cogías el pelo hacia atrás y no distinguías por mis ojos si era placer o rictus mortis. Tus tetas me empezaron a dar sombra negra, eran dos cornisas y un alero, tus caderas el amortiguador elástico de un cuatro ejes que me daba y daba. Mi espíritu salió a la ca

RODABALLO.

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Vuelves a decirme aquello de que nada es perfecto y te creeré. San Juan de la Cruz asceta, y Santa Teresa con su dedo y aquel placer que la asolaba, y el origen de todo, el dolor del hambre en el estómago de Muhammad Rumi. Vuelve a decirme que nada es perfecto y te encerraré con los tres para que te coman a bocados. Aún amándome no me consuelas. Si te dignas a acariciarme es como si mandaras tú mano por mensajería y mi pecho tuviese miles de millas por recorrer. Incluso con tus ojos posados sobre mis tetillas viendo las hondonadas de sebo de mi cuerpo, y mis pies juntos y desnudos a lo difunto. Si me atas, así, las manos con un escapulario, y me pones el misal de la primera comunión, podría morirme, ¿y si me vistieses de marinero? Me dio aquel repente. Me entró la angustia, y salí corriendo escaleras abajo detrás de ti. Era como en los "sanfermines". Me llevé por delante a la mujer del protésico y dos docenas de huevos que llevaba en sus manos en postura de of